Todo ha cambiado (como siempre)

Estoy leyendo mucho. Creo que no leía libros no-académicos desde hace rato, unos cuatro años. Metí mi cabeza en los asuntos teóricos y metodológicos que vienen con una maestría: todo muy profundo, muy abstracto. Me costó pero lo entendí. Mas no yo sola: tuve un maestro (tengo, porque continúo inscribiéndome a sus cursos sobre teoría social) que expuso los asuntos elevados de una manera clara y directa, pero también con paciencia y comprendiendo qué herramientas sí tenía. Viva Aarón forever. El verano pasado, frente al mar azul turquesa del Caribe mexicano, comencé a leer 1984, de George Orwell. Como aún no termino la Tesis, los momentos de lectura quedaron arinconados en el tiempo vacacional. Agosto me vio comenzar esa novela y abril me vio haciendo el anuncio triunfal en la sala de la casa: terminé la novela, les dije a Israel y a Regina. (Me aplaudieron y todo.) En una plática, de ésas tan bonitas que colorean nuestra rutina diaria, le preguunté al esposo-escritor: ¿qué tal las escritoras mexicanas actuales? Me respondió con una lista de más de diez nombres (debí anotarlos pero me confié en volver a preguntarle). Unos días después regresó de una librería y nos dijo: compré éstos dos libros. Eran Germinal, de Tania Tagle, y Alberca vacía, de Isabel Zapata. En cuanto pude agarré el de Isabel Zapata t me puse a leer. El primer ensayo es un ensayo hermoso que me dejó desarmada y a la vez me disparó algo por dentro. Y ahora estoy escribiendo aquí, yo misma, después de casi cinco años, a modo de ejercicio y para soltar las imágenes que se me vienen a la cabeza cuando leo. ¿A ustedes, lectores invisibles, también les pasa? También estoy leyendo a Elena Ferrante. A esta autora la conocí en la pantalla de mi iPad: ví las tres temporadas de La amiga genial y luego la película La hija oscura. La serie de cuatro novelas que conforman la saga Dos amigas me intriga muchísimo, así que ya conseguí dónde leer la primera, aunque sea otra vez en una pantalla.

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