Qué grandotes helicopterotes

A Michelle le podría comprar una torta loca en el mercado...

Hoy tuve que ir a San Juan de Dios como a las 3 de la tarde, y fue caótico: había tanta gente comprando de prisa, tantos policías, tantos carros: todo un relajo porque anunciaron que cerrarían el centro para preparar la famosa Cumbre. No tuve chance de detenerme a tomar fotos de los tráilers estacionados a un costado del Cabañas, ni de los trabajadores del Ayuntamiento pintando las banquetas de la Calzada. Y mientras salía de ahí, veía esos lugares a los que nosotros estamos tan acostumbrados (como las tiendas de electrónicos, o las que venden trajes de charro, o los restaurancitos de tacos al pastor), y me imaginaba a Obama pidiendo que le mostraran el traje de Adelita para llevarles souvenirs a sus chamacas, o comprándose unos guaraches con suela de llanta.

Pero lo más impresionante —y más inquietante— fue ver esos enormes helicópteros sobrevolando Guadalajara: sentí como si nos estuvieran invadiendo. Según los noticieros, habrá un gran movimiento por la presencia de los importantes trajeados que nos visitarán el fin de semana. Y todo este movimiento obedece no a la emoción de ver a los hombres de Estado en plena toma de decisiones, sino a la incómoda e inevitable aparición de los globalifóbicos (causa perdida, creo yo), y demás anarcos que se oponen a todo.

Todavía en un alto a la altura de la Av. Américas, una última aeronave pintada de verde militar pasó por encima —tan cerca que alcancé a ver los números pintados en su panza—, y los chavos que estaban limpiando el parabrisas comentaron que "esas madresotas no son mexicanas, son del moreno". A ver cómo nos va...