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4:50 de la mañana, del miércoles 20 de abril del 2011. Regina está haciendo unos ruiditos con su boca y jugando con sus piernas. Está acostada. Me inclino y le beso los brazos y los pies. Le acaricio el pelo y descubro que está más claro, como doradito, sobre todo hacia las puntas. Paso mis dedos entre sus cabellitos y de pronto, así como cuando amanece y no sabes decir en cuál momento exacto fue que salió el sol, cae sobre mi la certeza de que estoy viviendo un momento mágico. “Momento mágico”, qué mamada... ¿Cómo explicarlo sin decir esta mamada? Pienso y pienso en palabras, en comparaciones, en si puedo escoger la combinación de ideas que puedan describir —objetivamente— un “momento mágico”.

Quién sabe.

Lo que sí sé —subjetivamente— es que este momento es como asomarse por un hoyito diminuto a otro mundo, idéntico a este pero más claro y suave, y sobre todo: consciente de mi propia existencia. Un mundo que me explica y me constata, me justifica. Vine a hacer esto.

Gracias, Regina; gracias, Israel, por estos tres meses.

Comentarios

José Israel Carranza ha dicho que…
Que dice Regina que le diga a su mamá que al contrario: gracias a ella por su amor y sus cuidados, y por toda la felicidad que está comunicándole. Y que gracias por este post, que casi hizo chillar a su papá. («¡Gracias, mamá, lo estamos haciendo estupendamente bien»¡, le hace).

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