No podemos ver la tele

La compañía que nos surte intermitentemente del servicio de tele por cable ya nos tiene hasta la madre; tenemos pocos meses con el servicio, y a cada rato, o se le va la onda, o el aparato grabador —DVR— se apendeja y no recibe la señal (este aparato sirve como parchador de la poca programación interesante, grabando los programas que uno quiere ver: una maravilla que yo no conocía). Desde el primer contacto con la empresita en cuestión, que fue amargo y tardado, experimentamos esa pinche y famosa “impotencia” con la que uno sale de las oficinas todo enojado porque ya habíamos pagado dos semanas antes y no podíamos disfrutar del servicio (en esos días estaban por comenzar las Olimpiadas en Pekín y andábamos morbosos por ver la mentada inauguración). Ese día, uno de los “ejecutivos” (jiote-jiote…) nos salió con esa de “es que el sistema no me deja darles el aparato”. Y ya lo teníamos encima del escritorio; el Sr. Carranza se enojó y le dijo que cómo y que porqué y así y así. Desde ese día odié a la compañía ésa.

Ahora el DVR está descompuesto y no podemos ver la tele.

Desde ayer.

¡Chingao!

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